
Los colores no existen, sino la luz. Las fotografías son pinceladas de luz que un artista alcanza a ver y las captura con su cámara. La mirada sensible de Paúl Rivas Bravo advertía imágenes ahí donde la oscuridad las escondía. Nos permitía entender a los rostros y a las historias con más claridad. Paúl lo decía: fotografiar es pintar con luz. El clic de su cámara congelaba la imagen en el instante preciso, cuando la luz descubría las texturas de aquello que andaba buscando: la realidad. A Paúl le interesaba mostrar las problemáticas sociales y el rostro y la cotidianidad de las personas sencillas. A Javier Ortega Reyes le apasionaba la investigación periodística. Podía pasar días sumergido en montañas de papeles hasta encontrar los datos precisos para sustentar un reportaje. Pero también tenía el carisma para acercarse a la gente, ganar su confianza y escuchar su historia, para luego escribirla en las páginas de El Comercio. Prefería escribir en las noches, por eso solía ser de los últimos en dejar la redacción. Así armaba grandes rompecabezas, con piezas halladas entre las fuentes oficiales, sus fuentes de confianza y lo que le contaba la gente que conocía en cada calle que visitaba para humanizar sus trabajos.